EL ASPIRANTE
La sala, de paredes tapizadas o más exactamente, acolchadas, de un color rojo escarlata, se encontraba insonorizada. El aspirante, sentado en un cómodo sillón de cuero a juego con las paredes, se adaptó bien los auriculares esperando instrucciones. Unos electrodos monitorizaban tanto el latido cardiaco como la respiración e incluso el flujo de las lágrimas así como otros rasgos emocionales como estremecimiento, erizamiento de piel, parpadeo etc.
La primera pieza musical que penetró en sus oídos fue el Impromptu opus 90 nº 3 de Schubert. Siguió She´s leaving home de The Beatles y después Va pensiero del coro de Nabuco de Verdi. Para finalizar esta fase de la selección sonó Mediterráneo de Joan Manuel Serrat.
Concluida la serie musical, los miembros del tribunal discutieron y valoraron los resultados. Estaba claro y el veredicto fue unánime. El aspirante, a pesar del excelente curriculum presentado y su dilatada experiencia, había mostrado evidentes signos de debilidad que denunciaban los lazos que lo ataban al mundo sensible. O lo que es lo mismo, una gran dosis de sentimentalismo. En modo alguno encajaba con el perfil exigido por la empresa para el puesto de jefe de personal y regulador de un necesario ajuste de las plantillas y cuya tarea primera y principal tendría que ser el despido de al menos 380 trabajadores de las distintas sucursales existentes en el país.
El aspirante, se secó con un pañuelo los restos de lágrimas que aún asomaban bajo sus párpados y tarareando Mediterráneo salió del recinto, marchándose sin despedirse y sin esperar a que le confirmasen lo que él ya sabía de antemano.