El árbol ya no estaba allí. O al menos me lo parecía. La parcela que rodea mi casa es bastante grande pero no lo suficiente para que este hecho me pasara desapercibido. Entre dos frutales podía verse un espacio libre a través del cual podía otearse la buhardilla del vecino, antes oculta por las ramas del árbol.
Me acerqué al supuesto "hueco" que dejó en mi vista su ausencia y pude comprobar que no había ninguna señal que permitiera deducir que allí había estado plantado un árbol, al menos recientemente. Un tupido césped cubría toda la superficie.
A pesar de ello, quise asegurarme y me dirigí a mi despacho. Me senté ante el ordenador y busqué las fotos del cumpleaños de Clara, mi mujer, que celebramos algunos meses atrás en el porche. En una de las instantáneas, Clara y mi hija Dora sonreían jugueteando bajo la sombra del árbol que yo echaba de menos.
Volví a mirar el vacío ámbito y un breve estremecimiento acompañó la sensación de soledad que me envolvía como si fuera una cápsula.. Contemplaba absorto el panorama cuando ví a mi mujer salir de la casa hacia el porche seguida por un hombre al que yo no conocía y que tiraba de un perro grande, negro con manchas blancas, asiendo una correa de cuero (no me gusta los perros y a pesar de la insistencia de Clara, nunca lo tuvimos)
Quise articular alguna palabra pero no pude. Clara y el desconocido andaban lentamente, riéndose y cuando parecía que inevitablemente iban a tropezar conmigo, traspasaron mi cuerpo, como un hálito de aire frío, sin yo percibir nada y siguieron caminando hasta el césped donde se sentaron uno junto al otro.
Miré hacia la amplia cristalera que separa el porche y el salón, en la que, como en un espejo, pude ver con claridad que el árbol seguía allí................pero mi imagen no se reflejaba.
martes, 29 de marzo de 2011
viernes, 11 de marzo de 2011
Isabel Guerra. La Monja-Pintora
Aprovechando la reciente noticia sobre el robo perpetrado en el convento cisterciense de Santa Lucía en Zaragoza, donde se cuantificó el botín en 1,5 millones de euros (posteriormente se ha hablado de "solo" 450.000 euros) hoy dedico esta entrada del blog a Isabel Guerra, monja de clausura del citado convento y excelente pintora como puede comprobarse en la muestra de sus obras que adjunto.
No entraremos en detalles sobre cómo y quién realizó el robo y mucho menos del origen de tal cantidad de dinero, guardado en bolsas de plástico. Pero viendo como se las gasta la monja-pintora con el pincel, cabe pensar que gran parte (si no todo) del dinero pudiera provenir de la venta silenciosa de sus cuadro....eso sí....sin declarar. ¡Hacienda, sin duda, entrará a saco en la clausura!
Isabel Guerra. Autoretrato |
lunes, 7 de marzo de 2011
La batuta (cuento)
LA BATUTA
La batuta del director de orquesta salió despedida y su punta impactó en el ojo de un espectador que estaba dormido.
El espectador que estaba dormido, despertó sobresaltado y ante la sorpresa, realizó un movimiento brusco con los brazos, golpeando con un codo la cara de una señora que estaba a su lado.
La señora que estaba al lado del espectador que fue despertado violentamente por la batuta escapada de la mano del director de orquesta, desplazó su cabeza hacia el lado contrario del imprevisto codo, estrellándose en la boca de un señor con gafas que agarraba la mano de una chica menuda.
La boca del señor con gafas, golpeada por el cabeza de la señora en cuya cara a su vez impactó el codo del espectador que se despertó al ser alcanzado en un ojo por la batuta del director de orquesta, comenzó a sangrar salpicando la nuca de una señora de larga melena que se sentaba en la butaca delantera.
La señora de larga melena, cuyo pelo fue salpicado de sangre expulsada por la boca del señor con gafas, se sobresaltó y arrojó con violencia el bolso de mano que tras sobrevolar varias filas de butacas, aterrizó en la oreja de un hombrecillo diminuto que en ese momento intentaba descalzarse del pie derecho, a causa de un de un picor insoportable.
El hombrecillo, sorprendido por el bolso de la señora de larga melena, arrojado inconscientemente al percibir la sangre de la boca del señor con gafas, agredida por la cabeza de la señora golpeada por el codo del espectador que se encontraba dormido y despertado por la lacerante batuta del director de orquesta incrustada en su ojo, llevó su mano a la oreja al tiempo que desplazó el zapato hacia su izquierda, el cual impactó en la nariz de un hombre, ya anciano, que hojeaba el programa del concierto.
El anciano, soltó el programa y el bolígrafo con el que subrayaba algunos pasajes salió despedido, girando sobre sí mismo, aterrizando de punta sobre los senos de una señora que comentaba con su marido la grandiosa obertura de la orquesta. La señora, culpando del lance a algún insecto desconocido, interesado en sus protuberancias mamarias, desplazó el dorso de su mano derecha de tal manera que golpeó la cara de su marido, saliendo despedida una de sus lentillas.
El marido de la señora cuyos senos fueron sorprendidos por la punta de un bolígrafo con el que subrayaba el programa un señor anciano, a su vez golpeado en la nariz por el zapato de un hombrecillo de oreja enrojecida por el impacto del bolso de la señora de larga melena y cabello enrojecido por la sangre de la boca de un señor con gafas, golpeado por la cabeza de una señora que aún se dolía del codazo propinado en la cara por un espectador que se despertó con la batuta del director de orquesta en su ojo, emitió un grito estentóreo que hizo estremecer el aire de la sala de conciertos y que hizo levantar de sus asientos a los demás espectadores, los cuales corrieron despavoridos hacia la puerta de salida (alguien además había insinuado que se trataba de un fuego)
En pocos minutos, y ante la mirada perdida del director de la orquesta, cuyos miembros también abandonaron el escenario mezclándose entre el público, la sala quedó vacía.
Sólo brillaba en el suelo la batuta y algunas gotas de sangre.
Noviembre / 2003
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