El árbol ya no estaba allí. O al menos me lo parecía. La parcela que rodea mi casa es bastante grande pero no lo suficiente para que este hecho me pasara desapercibido. Entre dos frutales podía verse un espacio libre a través del cual podía otearse la buhardilla del vecino, antes oculta por las ramas del árbol.
Me acerqué al supuesto "hueco" que dejó en mi vista su ausencia y pude comprobar que no había ninguna señal que permitiera deducir que allí había estado plantado un árbol, al menos recientemente. Un tupido césped cubría toda la superficie.
A pesar de ello, quise asegurarme y me dirigí a mi despacho. Me senté ante el ordenador y busqué las fotos del cumpleaños de Clara, mi mujer, que celebramos algunos meses atrás en el porche. En una de las instantáneas, Clara y mi hija Dora sonreían jugueteando bajo la sombra del árbol que yo echaba de menos.
Volví a mirar el vacío ámbito y un breve estremecimiento acompañó la sensación de soledad que me envolvía como si fuera una cápsula.. Contemplaba absorto el panorama cuando ví a mi mujer salir de la casa hacia el porche seguida por un hombre al que yo no conocía y que tiraba de un perro grande, negro con manchas blancas, asiendo una correa de cuero (no me gusta los perros y a pesar de la insistencia de Clara, nunca lo tuvimos)
Quise articular alguna palabra pero no pude. Clara y el desconocido andaban lentamente, riéndose y cuando parecía que inevitablemente iban a tropezar conmigo, traspasaron mi cuerpo, como un hálito de aire frío, sin yo percibir nada y siguieron caminando hasta el césped donde se sentaron uno junto al otro.
Miré hacia la amplia cristalera que separa el porche y el salón, en la que, como en un espejo, pude ver con claridad que el árbol seguía allí................pero mi imagen no se reflejaba.
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