sábado, 11 de febrero de 2012

El aventurero


Se arrastraba por el barro esperando que alguna cámara grabara su intrépida hazaña. Después de una hora, cuando el vientre ya no le respondía, se levantó y de un salto se encaramó en la rama más baja de un árbol cercano. Aguardó más de cinco horas en cuclillas, aterido de frío, siempre oteando el horizonte. Nadie advirtió su enorme vocación de intérprete de películas de aventuras. 

Bajó del árbol y cabizbajo regresó a su cabaña, prefabricada y adquirida en unos grandes almacenes, donde, limpiándose la frente con el codo, pellizcó un mendrugo de pan sobre el que acomodó un buen trozo de chorizo. Después, se dejó caer en un jergón donde prepararía, en silencio, la aventura del día siguiente.

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